Doctrina y Convenios 86

1 De cierto, así dice el Señor a vosotros mis siervos, concerniente a la parábola del trigo y la cizaña:

2 He aquí, de cierto os digo, el campo era el mundo, y los apóstoles fueron los sembradores de la semilla;

3 y al dormirse estos, el gran perseguidor de la iglesia, el apóstata, la ramera, Babilonia, que hace que todas las naciones beban de su copa, en cuyos corazones reina el enemigo, sí, Satanás, se sienta para reinar; he aquí, este siembra la cizaña; por tanto, la cizaña ahoga el trigo y hace huir a la iglesia al desierto,

4 Mas he aquí, en los postreros días, aun ahora mientras el Señor comienza a sacar a luz la palabra, y la hierba está brotando y todavía está tierna,

5 he aquí, de cierto os digo, los ángeles claman al Señor día y noche, y están preparados y esperando ser enviados a segar los campos;

6 mas el Señor les dice: No arranquéis la cizaña mientras la hierba todavía está tierna (porque de cierto es débil vuestra fe), no sea que destruyáis también el trigo.

7 Dejad, pues, que crezcan juntos el trigo y la cizaña hasta que la cosecha esté enteramente madura; entonces primero recogeréis el trigo de entre la cizaña, y después de recoger el trigo, he aquí, la cizaña será atada en haces, y el campo quedará para ser quemado.

8 De modo que, así os dice el Señor a vosotros en quienes ha continuado el sacerdocio por el linaje de vuestros padres,

9 porque sois herederos legítimos, según la carne, y habéis sido escondidos del mundo con Cristo en Dios,

10 por tanto, vuestra vida y el sacerdocio han permanecido, y es necesario que permanezcan por medio de vosotros y de vuestro linaje hasta la restauración de todas las cosas que se han declarado por boca de todos los santos profetas desde el principio del mundo.

11 Así que, benditos sois si perseveráis en mi bondad, siendo una luz a los gentiles, y por medio de este sacerdocio, un salvador para mi pueblo Israel. El Señor lo ha dicho. Amén.