Doctrina y Convenios 41
1 Escuchad y dad oído, oh pueblo mío, dice el Señor y vuestro Dios, vosotros que me oís, y a quienes me deleito en bendecir con la mayor de todas las bendiciones; y a vosotros que habéis profesado mi nombre y no me oís, os maldeciré con las más graves de todas las maldiciones.
2 Escuchad, oh élderes de mi iglesia a quienes he llamado; he aquí, os doy el mandamiento de congregaros para que os pongáis de acuerdo en cuanto a mi palabra;
3 y por vuestra oración de fe recibiréis mi ley para que sepáis cómo gobernar mi iglesia y poner todas las cosas en orden delante de mí.
4 Y cuando venga seré vuestro gobernante; y he aquí, vengo pronto, y cuidaréis de que se guarde mi ley.
5 El que recibe mi ley y la guarda, tal es mi discípulo; y el que dice que recibe mi ley y no la guarda, no es mi discípulo, y será expulsado de entre vosotros;
6 porque no es propio que las cosas que pertenecen a los hijos del reino sean dadas a aquellos que no son dignos, ni a los perros, ni que se echen las perlas delante de los cerdos.
7 Y además, conviene que se le edifique a mi siervo José Smith, hijo, una casa en donde vivir y traducir.
8 Asimismo, conviene que mi siervo Sidney Rigdon viva como mejor le parezca, si es que guarda mis mandamientos.
9 Y además, he llamado a mi siervo Edward Partridge; y doy el mandamiento de que sea nombrado por la voz de la iglesia y que sea ordenado obispo de la iglesia, y que deje su comercio para dedicar todo su tiempo al servicio de la iglesia;
10 para encargarse de todas las cosas que en mis leyes se le designaren, el día en que yo las dé.
11 Y esto porque su corazón es puro delante de mí, porque es semejante a Natanael de la antigüedad, en quien no hay engaño.
12 Se os dan estas palabras y son puras ante mí; por tanto, tened cuidado de cómo las consideráis, porque vuestras almas responderán por ellas en el día del juicio. Así sea. Amén.